Volver a vivir

Pese a lo extinguido que parece estar el género, la Cadena SER posee en su actual parrilla un ferviente anhelo por conservar viva la estela de lo que fueron los seriales radiofónicos “a la vieja usanza”. Bien lo saben los oyentes que cada año se reúnen la mañana de Navidad alrededor del transistor de marras para escuchar las revisiones hertzianas de iconos de la literatura universal (desde el “Cuento de Navidad” de Dickens que da nombre a esta tradición, hasta “El Mago de Oz”, “Mujercitas”, “Peter Pan” o “Manolito Gafotas” de Elvira Lindo) o aquellos que atestiguaron recientemente la emisión del radioteatro “Las Películas del Invierno” de Juan Mayorga, con motivo del centenario de la emisora.

Ahora, e indexada dentro de la programación habitual de su legendario “A vivir que son dos días”, la SER refuerza su apuesta por la ficción sonora de la mano de “Volver a vivir”, una radionovela fragmentada en ocho píldoras de poco más de siete minutos de duración en las que el costumbrismo y el absurdo se dan la mano. Quién mejor para dar forma a este alambicado propósito que el sin par Juan Cavestany, multifacético hombre de letras recordado por ser el artífice de títulos cinematográficos como "El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo” (04), "Gente de mala calidad" (08) o "Gente en sitios" (13), haber formado parte del ilustre grupo de teatro Animalario o habernos regalado incómodas carcajadas con su contribución a la pequeña pantalla de la mano de “Vergüenza” o “Vota Juan”.

El reto esta vez era desarrollar un texto de lo más atípico sin ningún apoyo visual que se precie, algo que no parece resultarle difícil a su elenco de actores y actrices que nos sumergen brillantemente en la encriptada esfera narrativa que Cavestany sugiere aquí. Pese a lo demodé que resulta a priori la propuesta, el dramaturgo madrileño no podría mostrar una visión más presentista en su alambicada crónica, abordando de la mano de sus protagonistas (Irene Piqueres y María Jáimez) aspectos que riman en todas sus sílabas con el convulso devenir de nuestro tiempo.

María e Irene comparten piso, amistades estrafalarias y un embarazoso secreto. En medio de su inexplicado vínculo y misteriosa relación, florece la no menos inquietante presencia de un tercero en discordia, responsable de firmar desde el silencio esas dosis de humor retorcido y disparatado que el sello Cavestany ostenta. A la contribución de otros nombres que orbitan en torno a este desaguisado (Olga Hueso, Pol Toro o Juan Vinuesa) sumamos el papel de Pablo Arévalo en el diseño sonoro, culpable de lograr que queramos concentrarnos en cada detalle de la narración con sus atmósferas y entornos.

Con la expectación por bandera en cada una de sus (brevísimas) entregas y unas ocurrentes líneas de diálogo que miran de frente al surrealismo de Valle Inclán, Eugène Ionesco, Samuel Beckett o Gómez de la Serna, “Volver a vivir” consigue equitativamente invitarnos a redescubrir el poder de la imaginación y a reflexionar sobre la extrañeza inherente a la vida moderna. Una bendición dadaísta dentro de la radio convencional que dulcifica el mal sabor de boca de la actualidad y nos recuerda las eternas bondades del medio.