Es probable que tengas la sensación de ver y escuchar a Miguel Maldonado en todas partes. Tranquilo, no son visajes casuales ni avistamientos fatuos: es el fruto del enorme momento profesional que el cómico murciano actualmente atraviesa. Tras asentar su carrera junto a Facu Díaz en diferentes programas (ambos acomodados ahora en “Quieto todo el mundo”) y complementar su trayectoria reciente con diversos proyectos recurrentes (apariciones en “Leit Motiv”, colaboraciones en “A Vivir” con Javier del Pino y hasta un podcast lingüístico con Ignatius Farray, “Segunda Acepción”), el yerno de España ha terminado dando con uno de los compañeros de viaje que mejor le sientan a su indomable tempo: el periodista y escritor José Luis Sastre.
Juntos conforman lo que bien podría llamarse “la extraña pareja” de las ondas. Y es que a pesar de que el símil cinematográfico sea una perogrullada de manual, no se nos ocurre una mejor forma de definir esta inusual alianza que, sobre la mesa y considerando los opuestos registros de ambas partes, tendría todas las papeletas para no funcionar. Sin embargo, se juntan el hambre con las ganas de comer y, a la postre, “Sastre y Maldonado” ha resultado ser uno de los podcasts conversacionales más divertidos y populares del momento.
Enfrentando sus carismáticos pareceres contra Cánovas y Sagasta (pues así bautizan ellos a sus respectivos micrófonos), los aludidos juegan al gato y al ratón en una media hora (aproximada) de desvaríos, improvisaciones, exabruptos y cerros de Úbeda en los que cualquier tema es susceptible de ser tratado tanto pronto como el neón se enciende (y en ocasiones, incluso antes). Sastre suelta su ya mítico y entrañable “¡Hola, Miguel!” y el espectáculo comienza. Las bromas internas van y vienen (¿Pacojo? El mejor), las efemérides del día (probablemente la única constante dentro de su impredecible diálogo) sirven de punto de partida para nuevas chanzas y las risas de su equipo, partícipe en la sombra, complementan la ecuación.
No hablamos, necesariamente, de un podcast de actualidad, aunque la pincelada informacional nunca puede faltar en boca de Sastre, ni tampoco de un programa fundamentalmente de humor, a pesar de que Miguel lleve la comedia implícita por condena. Es, ni más ni menos, que un ratito amable en compañía de dos voces cómplices que, no por antagónicas, dejan de encajar mejor. Las elocuentes y verborreicas claves de Sastre, siempre tan certero en sus diatribas como impúdico a la hora de mostrar su sensibilidad, son el complemento perfecto para la incisiva irreverencia de Maldonado, capaz, por derecho propio, de alegrarle el día a cualquiera que lo escuche cinco minutos.
Una sinergia casi quimérica en el seno de la SER que comenzó como un experimento incierto y ha terminado regalándonos la pareja comunicacional más valorada de la radio actual (Premio Ondas mediante). Muchas gracias y perdón por tan poco, que dirían ellos.
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