Madrid dejó de ser Madrid durante unas horas. El Riyadh Air Metropolitano se transformó en una bonita plaza de Granada. Una plaza en la que se reunieron más de sesenta mil asistentes para acompañar a una única persona, Dellafuente. Para mostrarle su respeto y para cantar con él todas sus canciones.
Y es que lo que el artista granadino nos ofreció no fue un simple concierto, sino un espectáculo diferente lleno de sentimiento y, sobre todo, sin olvidar sus raíces. Antes del inicio del show, el mismo escenario situado en el centro del estadio nos advertía de que algo grande estaba por venir. Con los primeros acordes de "Bailaora", la gran plataforma con visibilidad de trescientos sesenta grados se convirtió en un paisaje de fuentes con cientos de chorros de que cambiaban de color e intensidad al compás de la melodía. Esa conjunción entre el agua fluyendo libre y la música creó un ambiente único que nos trasladó a Granada sin necesidad de viajar.
A lo largo de la hora y media de concierto –una duración comedida teniendo en cuenta la magnitud del evento–, Dellafuente desplegó un repertorio sólido que nos llevó de la mano por todos los paisajes y colores de su discografía. Aunque no estuvo solo en esta misión. Además de decenas de bailarines que llenaron el escenario y escenificaron el espíritu de las canciones con sus cuerpos, aparecieron diversos invitados que supieron estar a la altura y que dotaron de vitalidad a la noche. Hablamos de Rvfv, Judeline, Rels B, Lia Kali, Morad, Amore y Pepe y Vizio.
Entre los momentos más celebrados de la noche destacó la interpretación de "Romeo y Julieta", que sonó mientras una "kiss cam" proyectada en las pantallas comenzó a enfocar a distintas parejas del público, generando una oleada de gritos, aplausos y emoción compartida.
Aunque el balance general de la noche fue de sobresaliente, el inicio se resintió de los cuarenta y cinco minutos de retraso con los que el espectáculo empezaría, sin que el público supiese el motivo de la larga espera. Por suerte, gracias a toda la intensidad que Dellafuente y los suyos desplegaron a continuación nos lo hizo olvidar a los pocos minutos. Desde los primeros acordes y las primeras frases, Dellafuente logró que nos olvidásemos de que estábamos en un recinto deportivo y que nos sintiésemos bien arropados en una plaza granadina, refrescándonos del calor con el agua de las fuentes. Por un momento sentimos que estábamos en un espacio diseñado para hacer realidad actuaciones como esta. Una forma de decir que la música, cuando es sincera y real, puede hacer que una ciudad entera se sienta como en casa. Una casa que, en este caso, era la de Dellafuente: Granada.
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